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La moda ha muerto

Se tambalea entre paredes pintadas de colores sin sombra ni después, queriendo escapar. Dejándose llevar por sus dos patas delanteras, que la estiran, obligándola a ceder. Gotean sus colmillos, saliva solitaria, que manchan los zapatos recién lustrados (algunos de ellos, incluso, perfumados) con entusiasmo. Sigue, la loba, con sus pasos cansinos y resignados, sin encontrar lo que no sabe que busca, pero contenta de asustar y asquear a lxs transeúntes que detienen su marcha para mirarla, con miedo y admiración. Con morbo y recelo. Despeinada, herida y ya sin presa entre sus colmillos, revuelve, con su hocico negro y húmedo, la basura; sin suerte. Otra vez la basura contenía libros viejos y hasta primeras ediciones, desde Rulfo hasta Kafka, desde Hemingway hasta Poe. La poca comida que había en la basura eran sobras incomibles, algunxs dirían que debido al uso de perfumes caros. Por otro lado, ni siquiera había agua estancada que la loba pudiera beber. El barrio estaba

Feria de Fausto (Youtube)

https://www.youtube.com/watch?v=u6_ZCAv-xeo

Palermo Japón (Youtube)

https://www.youtube.com/watch?v=6JXekjAfTZY Una charla entre triviales … pequeños. -¿La viste?, nos sonríe, mientras nos afila los cuchillos- -Hay que aprovechar la oleada, satisfacer la pulsión frívola. Devolverle, asì, un poco de su arte- -¿Y ellxs? Quieren nadar al revés, nos llegan débiles a la orilla, fácil acto de culminación- -No les hagas caso, estamos ejerciendo el deber divino de la inclusión. En algún momento nos agradecerán, Por las dudas lustra la cámara. 

La trinchera

Contaba el mito, lumbre de incestos y proezas, que en esa plaza, hace muchísimos años, había habido una gran batalla. La única prueba de ello era esa trinchera repleta de colillas de cigarrillo, petacas de whisky y formas extrañas en la tierra. Nada más poderoso para el acrecentamiento de un mito, que su improbabilidad de ser probado bajo las leyes de la ciencia moderna. Decían, en la municipalidad, que traerían expertxs para que se encargasen de verificar la procedencia de esas formas talladas en la trinchera, pero aún tantos años después y como toda municipalidad, todavía no cumplían su promesa. Por otro lado, la urgencia no era de la partida, ya que si bien nadie podía entrar en la trinchera, nadie deseaba hacerlo. Toda la ciudad quería saber la verdad de lo que había pasado en esa plaza, quienes se habían enfrentado y por qué. Nadie sería, la lógica comunitaria y biennacida indica, tan canalla, de meterse siquiera a recoger las petacas de whisky y las colillas de cigarril